TLC vs. elecciones 2018

Eduardo Pérez Haro • 14 de noviembre de 2017

Para Iván Pérez Samayoa

 

Desprovistos de una visión de Estado para el largo plazo, los representantes del gobierno de México, empezando por el presidente de México y secundado por su Secretario de Economía, nunca pusieron sobre la mesa un esquema alterno para la mesa de negociación donde las pretensiones norteamericanas hubiesen sido llevadas a la consecución de un acuerdo de nueva generación donde habrían de comprenderse aspectos compensatorios en materia de migración, tecnología, capacitación y financiación.

 

El gobierno de México será anfitrión de la 5ª ronda de negociaciones sobre el TLC que se llevará a cabo del 17 al 21 de noviembre después de haber terminado con diferencias e incomodidades expresas que a las tres partes les dejaron en un clima de incertidumbre sobre las posibilidades ulteriores de llegar a buen puerto.

No obstante, y tras externar algunas sorpresas sobre las posturas expuestas en la cuarta ronda, los tres países participantes se reafirmaron en la disposición de seguir en la mesa de discusión y análisis de las diferentes propuestas, incluso ampliando el periodo comprendiendo el primer trimestre del año próximo para procurar los resultados esperados. Términos que dejan muy claro que en apariencia nadie sabe lo que va a pasar.

Estados Unidos quiere un acuerdo que le posibilite corregir el déficit comercial que tiene con México y el presidente Donald Trump no pierde oportunidad para quejarse del TLC y amenazar con bajarse de la mesa de negociación y salirse del acuerdo, posturas ambas que colocan a la representación mexicana en una situación de suyo muy difícil y sin embargo…

Hemos analizado distintos aspectos desde diferentes ángulos argumentales para dar debida cuenta de que el TLC no ha servido para corregir los desequilibrios y desigualdades en el escenario nacional dado que no es un instrumento con esa vocación y alcance y, que a pesar de ello, ha servido como palanca para financiar el crecimiento económico del 2.1% promedio del periodo en cuestión y así, resarcir la debacle económica de los ochenta como consecuencia del agotamiento de la estrategia de desarrollo que tuviera su mejor momento con el milagro mexicano (1940-1970).

Hemos dicho que darle continuidad al TLC no resuelve el desarrollo equilibrado y equitativo para abatir las desigualdades pues ello sólo es posible en una ecuación política donde el peso de la política interior es determinante, cosa que no ha sucedido en más de tres décadas. Empero, y además de ello, no podemos dejar de decir que perder el acuerdo del TLC, no sólo es falaz querer venderlo como una victoria contra el imperio sino muy irresponsable pretenderlo sin un esquema sólido para el desarrollo nacional que no sea el escamoteo de una frase discursiva, a la peor de las usanzas de la política oficial, al, tan sólo, colgarlo de la idea simple y llana de ir por el desarrollo del mercado interior, sin más, y diversificar el comercio exterior, sin más, como si por decirlo fuera sinónimo de hacerlo posible.

Perder el TLC (posible de sucederse, no como victoria de las organizaciones políticas mexicanas que así lo consignan sino por las inquietudes, tentaciones y conveniencias Trumpistas) nos arroja a una dificultad, no catastrófica, pero que la realidad de los desequilibrios regionales, productivos y sociales mexicanos, no pude buscar porque, de principio, le supone transitar por un comercio encarecido que le resta capacidad de vender en los mejores términos para los compradores y consumidores norteamericanos y comprar más caro (así sea con las normas de la OMC), con lo que de inicio abatiría las dimensiones del comercio exterior y con ello se afectaría la dinámica económica y el crecimiento, trayendo quiebres de empresas y pérdidas de empleo, amén de aumentos de precios en los bienes del consumo interior y desventajas adicionales del peso contra dólar, encareciendo el precio del dinero al presionar al alza las tasas financieras de interés, etc. y decir que nada de eso sucedería porque nos diversificaríamos y tendríamos ahora un comercio interior como contrapartida, es una expresión lanzada fuera de todo cálculo…

Pero esto ya lo hemos venido fundamentando en entregas anteriores, lo que es importante anotar ahora, es que la renegociación del TLC tiene dos frentes de discusión que no se han discernido y, realmente, ambos son muy complicados y sin embargo… Por una parte, está la mesa de negociaciones con una propuesta que técnicamente incomoda a los empresarios del cuarto de al lado y, por otra parte, las amenazantes presiones del presidente norteamericano. Y sin embargo…

Veamos. La propuesta norteamericana plantea mayor contenido regional de la parte estadounidense en los productos de la exportación mexicana, ampliación de los ámbitos de comercio para energía, telecomunicaciones, comercio digital y compras gubernamentales, transparencia y pulcritud del comercio, y cuotas y calendarios, con la carta oculta de subir la reaparición de aranceles y hacer valer la legislación norteamericana en forma preponderante para la solución de controversias, amén de reservarse la prerrogativa de salir del tratado cuando así convenga a sus intereses. En síntesis, administrar el comercio de las exportaciones mexicanas para contenerlo en el momento en que se configure una posibilidad de déficit para los Estados Unidos y de ampliar sus exportaciones para afianzar algunas de sus áreas productivas que han quedado acotadas y rezagadas respecto de su potencial exportador. Trump se reduce a hacer el juego sucio, pero, en resumen, quieren todo.

Frente a este avasallador esquema, México no sólo está arrinconado y contra la pared, por lo que ya expresamos arriba y que lo saben perfectamente el Secretario de Economía Idelfonso Guajardo y el equipo mexicano de negociación, sino que, además, carecen de un esquema alterno para la misma mesa de negociación, pues, debemos de recordar que la única agenda sobre la mesa es la que colocó Estados Unidos y sobre ésta es que se ha organizado la discusión y la línea de las contrapropuestas nacionales de las que no podemos decir mayor cosa pues se ha decidido mantenerles reservadas.

Bajo estas condiciones, los empresarios mexicanos del cuarto de al lado, que son los que tienen los negocios de exportación, se sienten sin posibilidades de animar la búsqueda del acuerdo e influyen a la delegación mexicana que desprovista de una visión e independencia superior a los negocios de éstos, desde un inicio quedó atrapada entre los intereses unilaterales de Estados Unidos y los de los empresarios nacionales involucrados en las ventajas relativas del TLC.

Desprovistos de una visión de Estado para el largo plazo, los representantes del gobierno de México, empezando por el presidente de México y secundado por su Secretario de Economía, nunca pusieron sobre la mesa un esquema alterno para la mesa de negociación donde las pretensiones norteamericanas hubiesen sido llevadas a la consecución de un acuerdo de nueva generación donde habrían de comprenderse aspectos compensatorios en materia de migración, tecnología, capacitación y financiación.

Todo indica que bajo los términos en que se coloca la postura norteamericana, lo más recomendable es levantarse de la mesa y con base en ello presionar hacia un rencuentro ulterior bajo otro esquema de negociación y, entre tanto, dejarse de frases hueras sobre el desarrollo nacional basado en el mercado interior, para dotarlo de contenidos que determinen no sólo objetivos deseables sino los ámbitos, componentes, ordenes de prelación, fases de la gradualidad de instrumentación, y mecanismos de financiamiento, pero, sobre todo, el basamento político que si bien encuentra un principio posible en los comicios del 2018, todos sabemos que en el mejor de los casos no es más que el punto de partida en el que descansa la viabilidad de cualquier plan o proyecto porque su sustento y sostenibilidad radica en el movimiento y la participación social que, hasta ahora, no están presentes ni debidamente considerados por la partidocracia.

 

eperezharo@gmail.com

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