La vía del desarrollo y las reglas del sistema

Eduardo Pérez Haro • 15 de enero de 2019

Para Martha Singer y Marcela Bravo Ahuja

 

Nuestro país no sólo padece los males que entraña el desarrollo de la producción capitalista, sino también los que supone su falta de desarrollo. El capitalismo de cada caso revestirá formas más brutales o más humanas, según el grado de desarrollo logrado por la clase obrera, los asalariados, los no propietarios de los medios fundamentales de producción de las sociedades capitalistas. De manera que la modalidad, la vía y grado de desarrollo es consecuencia del acoplamiento de intereses contradictorios, mas, en grado alguno, conciliables entre dueños y trabajadores, entre ciudadanos y gobernantes, entre jóvenes y adultos, entre hombres y mujeres, siempre sujetos a cambios preferiblemente progresivos, aunque nunca exentos de sufrir regresiones.

 

En una de sus intervenciones, Clara Ramas San Miguel nos ofrece una disertación sobre los juegos de relación del Estado en la perspectiva del cambio y la transformación del desarrollo capitalista donde hila la conceptualización crítica de Hegel sobre Kant, pasa sobre Marx y se articula con Gramsci para ofrecernos un concepto de especial utilidad en el tiempo actual, dado que evita caer en los juegos dicotómicos entre Mercado y Estado o Economía y Política (sólo por mencionar los de uso corriente), para recuperar una totalidad universal donde podemos inscribir la explicación de las leyes generales de funcionamiento del sistema capitalista que se perfilan desde la Crítica de la Economía Política y el contenido más amplio que nutre a la democracia como baluarte de la transformación sostenible, por cuanto apela al papel político de la sociedad y el gobierno desde las entrañas del sistema económico hasta la esfera jurídica en que se resuelve la cultura, es decir, la historia particular de los pueblos, sus consensos y diferendos, y en ello sus capacidades y posibilidades. La ciencia de la experiencia.

Estudiantes y gobernantes, activistas y profesionales del trabajo, empresarios y periodistas se desviven en la búsqueda pronta de respuestas inmediatas, incluso con la diferencia de perspectiva desde el género y la generación, en una desesperada búsqueda de resultados. Todo indica que no pueden escapar al imperativo pragmático de la modernidad digit@l. Se precisa de resultados urgentes. Sin rollo, de preferencia respuestas en 140 caracteres. “El mercado sin regulaciones ni mayores obstáculos del Estado”, no, “más Estado que impida la trasnacionalización y concentración de la riqueza en manos extranjeras” “ayuda monetaria para promover la inversión”, no, “distribuir la riqueza con mejores salarios para incentivar la demanda”, “el mercado interno ante la crisis de la globalización”, “lo mejor es el comercio exterior para expandir las empresas generadoras del empleo”, “el problema está en la tecnificación destructiva, lo mejor es recuperar los recursos en los que se fundamenta la vida buena”, el desarrollo sustentable, no hay más”, “el campo es lo fundamental”, “los derechos humanos son la premisa de cualquier desarrollo”, “la economía social y solidaria donde el mercado se hace justo”, “nada puede correr hacia el futuro sin equidad de género, ahí está la base de la desigualdad”, “la corrupción es el problema”, etcétera, etcétera.

Esta diversidad de conclusiones de personas y colectivos, corporaciones e instituciones son la expresión viva de intereses y preocupaciones por sacar ventaja o procurar un mundo mejor, los hay malandrines y magnánimos genuinos detrás de todas las fórmulas que se esgrimen en la disputa por la vida y por el terruño o el mundo. Ahí entra en juego la fantasía, el corazón y la razón. No obstante, se elabora desde el lugar de cada quien en la organización social de cada caso. En el particular sitio de cada quien en la economía y en la vida que presupone ámbitos físicos y de desempeños relacionados con otros, en la escuela o en la oficina, en la calle o en el lugar de trabajo, en el ejido o la fábrica, en el transporte o en el negocio, etc.

En términos generales, ningún estudiante piensa como empresario, ningún campesino piensa como obrero, ningún médico piensa como astrónomo, ningún financiero piensa como deportista, ningún carcelero piensa como terapeuta, ni las relaciones de identidad y asociación de intereses se conjugan en forma estrambótica. Cada quién elabora desde el ángulo correspondiente. En esta efervescencia subyace la lucha de clases (ahí están sectores, segmentos, estratos y colectivos, etc.), y desde ahí se moldea la vía particular del despliegue de cada conglomerado, de cada sociedad en particular, de cada Estado, de cada país conformando el mundo con heterogeneidad, contradicciones y altos contrastes. Con diferenciación productiva, regional, social y cultural. Y, por ende, con mayores o menores dificultades para la vida y para el desarrollo de cada caso.

Permítanme traer una expresión de Carlos Marx contenida en el prólogo a la primera edición de El Capital, donde dice que “nuestro país (…) no sólo padece los males que entraña el desarrollo de la producción capitalista, sino también los que supone su falta de desarrollo”. Y más adelante agrega que el capitalismo de cada caso “… revestirá formas más brutales o más humanas, según el grado de desarrollo logrado” por la clase obrera, los asalariados, los no propietarios de los medios fundamentales de producción de las sociedades capitalistas. De manera que la modalidad, la vía y grado de desarrollo es consecuencia del acoplamiento de intereses contradictorios, mas, en grado alguno, conciliables entre dueños y trabajadores, entre ciudadanos y gobernantes, entre jóvenes y adultos, entre hombres y mujeres, siempre sujetos a cambios preferiblemente progresivos, aunque nunca exentos de sufrir regresiones. La historia, nuestra historia en curso, se construye en una brega, resulta de un forcejeo que deviene convivencia, costumbre, cultura, reglamento y ley, siempre en movimiento probable. Ahí la búsqueda recurrente, constante. Las condiciones se modifican por nuestro propio despliegue.

Aquí la búsqueda de nuestro tiempo, en el que ciertamente las cosas no resultan como cada país, región, empresa, grupo o colectivo lo desea en su lucha por ganar o vivir y vivir mejor. En el ordenamiento gráfico se estructuran los países con una perspectiva distinta. Al agruparse en una escala de cero a diez: Venezuela, Yemen, Irán, Guinea, Argentina y Nicaragua presentan un numeral negativo que llega hasta (–6). Le siguen Italia, Turquía, Japón, Inglaterra, Francia, Alemania, Rusia, Sudáfrica, México, Estados Unidos, Brasil, Corea del Sur, Israel Irlanda y Polonia que se corren de 0.3 a 3.9 en el orden en que se encuentran enlistados. Después aparecen con posibilidades de 4.0 a 6.0 Sir Lanka, Malasia, Irak, Indonesia y Kenia. Y finalmente aparecen con un nivel por encima de 6.0 y menor de 8.0 China, India y Vietnam. El capitalismo se debate entre sus contradicciones esenciales subyacentes (salario/ganancia, valor/valorización, trabajo/maquinaria, etc.) y sus consecuencias (combustión/medio ambiente, capital productivo/capital financiero, auge y crisis, etc.).

No obstante (otra vez Marx), “las naciones pueden y deben escarmentar en cabeza ajena. Aunque una sociedad haya encontrado el rastro de la ley natural con arreglo a la cual se mueve, (…) jamás podrá saltar ni descartar por decreto las fases naturales de su desarrollo. Podrá únicamente acortar y mitigar los dolores del parto.” Y aquí estamos, los intentos de superación del atraso, incluso el destrabamiento de la atonía en los países desarrollados, no pueden, no deben sucumbir a las aventuras de la imaginación y la creencia. Póngase en juego todo, ahí está y todo cuenta, pero no hagamos a un lado la lógica fundamental de las reglas del sistema, el reconocimiento de sus fases determinadas y el moldeo de la vía que con arreglo a nuestro Estado corresponde por historia y circunstancia.

Es condición no persistir en las formas y contenidos de vías de gobierno, de organización y desempeño social y económicas ya probadas en sus desviaciones y desequilibrios, en sus resultados contrarios a una vida mejor y menos desigual, incluso a pesar de sus éxitos relativos a un momento determinado, pues las condiciones de su experiencia se han modificado. Acaso no nos queda claro que los países se están acomodando de forma diferente a pesar de que nadie resiste la idea de abandonar los primeros lugares del ranking mundial. Estados Unidos no quiere ser desplazado, pero lo está siendo.

El acomodo no corre linealmente sino conforme se modifican las capacidades de cada país. Es ahí donde se juegan sus posibilidades. Repito, capacidades (productivas, comerciales, económicas, financieras, sociales, políticas y culturales), no deseos y voluntades, que no están de más, pero no son el meollo. Entonces, reconozcamos el problema del cambio en la perspectiva de las fases del desarrollo y, consecuentemente, démosle contenido y forma a la vía de nuestro desarrollo nacional conscientes de las leyes de funcionamiento del sistema y la circunstancia actual (del Estado) de México en el mundo de hoy. Acortemos y mitiguemos los dolores del parto de un México diferente.

Un saludo y buen año para todos.

 

eperezharo@comunidad.unam.mx

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