Gonzalo Núñez González • Vicepresidente del Centro de Estudios Estratégicos Nacionales, A. C. • 7 de agosto de 2018
Pareciera que más que una crisis del capitalismo global, manifiesta a partir de 2008 por una profunda desigualdad, desempleo y una creciente pobreza e inseguridad, nos enfrentamos a una crisis humanitaria que amenaza con colapsar el equilibrio mundial, y que recurre a métodos represivos de control social, para contenerla ante la posibilidad de dislocar el sistema político, social, cultural y ambiental de cada Estado-nación.
Así, el desenfrenado proceso de acumulación del capital trasnacional está provocando una acelerada degradación ambiental e incentivando guerras sin fin (Afganistán). México se encuentra envuelto en esta coyuntura global.
Esta nueva crisis de sobreacumulación, financierización de la economía real (Núñez, 2012) y tendencia al estancamiento y pauperización masiva, tiene aspectos particulares (Robinson, 2015) que la hacen diferente a las anteriores crisis.
- El alcance y magnitud de las desigualdades globales no tiene precedente. El 1% de la población más rica posee mayor riqueza que todo el resto del mundo (Esquivel, 2015), es decir controla más del 50% de la riqueza global, proceso que se aceleró después de la crisis de 2008. Este fenómeno, –fuerza polarizante– (Piketty, 2014), además de concentrar los medios de producción y distribución, a su vez concentra los medios de violencia, cuya magnitud y sofisticación permiten el control social masivo mediante los medios de comunicación e información, que normalizan la violencia y la guerra.
- Esta nueva “forma” de capitalismo y sociedad trasnacional aumenta aceleradamente a la población marginada (proceso de precarización), lo que conduce a un ciclo de despojo-explotación-exclusión sin precedente, y que es sujeto de sofisticados sistemas de control y represión ante una susceptible rebelión, sobre todo en las periferias urbanas, donde surgen nuevos movimientos sociales de resistencia.
- Se produce un desfase entre una economía en proceso de mundialización y la autoridad política basada en el Estado-nación, que tienden a transformarse en Estados trasnacionales, cuyas instituciones son incapaces aun de organizar y estabilizar el sistema global.
- Se está llegando al límite de la expansión extensiva e intensiva del sistema capitalista, en tanto la acumulación de capital requiere alimentarse de una mayor mercantilización, cuya necesidad de nuevos espacios se está reduciendo.
- Finalmente, el sistema capitalista global –trasnacional– está llegando a los límites ecológicos de su reproducción, debido a que los sistemas naturales se están transformando y tres de los nueve parámetros para sostener el planeta: el cambio climático, el ciclo de nitrógeno y la pérdida de biodiversidad, han sido rebasados y son irreversibles, lo que conduce a la insostenibilidad humana en el futuro no muy lejano.
En este contexto y ante el agravamiento del estancamiento derivado de la crisis engendrada desde 2008, se producen tres mecanismos básicos para impulsar la acumulación global:
A. La acumulación militarizada mediante guerras e intervenciones, es decir, conflictos que provocan destrucciones y reconstrucciones; una economía global de guerra que mediante múltiples acciones, por ejemplo la farsa de las guerras contra las drogas, el terrorismo y otras más, impulsa la acumulación global y la cultura fascista.
B. El saqueo de las finanzas públicas mediante la corrupción oficial y la extracción de recursos naturales y el ahorro social, por parte de grupos de empresas productivas y financieras trasnacionales.
C. La impetuosa especulación financiera, que convierte la economía global en un auténtico casino (Núñez, 2012), y que se hizo patente en el 2008 con la burbuja provocada por los derivados (capital ficticio) en el mercado financiero y que atenta todavía contra la estabilidad del sistema y la economía real.
En este entorno, se vislumbran cuatro escenarios para el futuro (Robinson, 2015):
I. El reformismo desde arriba que pretende estabilizar el sistema capitalista neoliberal global.
II. El descenso hacia un nuevo fascismo del siglo XXI.
III. El repunte de una alternativa global anticapitalista que bien pudiera ser el resurgimiento de un proyecto de socialismo democrático.
IV. La posibilidad de un colapso y una nueva edad oscura.
La adopción de cualquiera de estas alternativas de salida a la crisis del capitalismo global neoliberal, para la región latinoamericana en particular, dependerá de las condiciones socioeconómicas en que se encuentre cada país y el nivel de conciencia colectiva que se tenga para transformar hacia adelante o hacia atrás el régimen imperante.
Para México, inserto en una globalización dependiente de los Estados Unidos de Norteamérica, los márgenes de maniobra son estrechos, en la medida que se encuentra sujeto a múltiples tratados de libre comercio y a las reglas impuestas de control “democrático” para garantizar la acumulación de los grupos de empresas multinacionales que extraen sus recursos naturales y sus ahorros, para el mayor mercado financiero especulativo del mundo, asentado en Nueva York.
Sin lugar a duda, el impacto de la crisis en América Latina ha sido severo en la medida que el desplome de los precios de commodities a partir del 2013 ha afectado las relaciones sociales, ante la demanda de mayores servicios públicos y distribución del ingreso, frente a la profundización del modelo extractivista de materias primas y en particular de la minería, que ha cambiado las relaciones de propiedad hacia una mayor concentración en manos de corporaciones multinacionales, ante la creciente dependencia mineral de EUA (tabla 1), y que ha desplazado comunidades e incentivado números movimientos sociales aplacados con una lucha por el poder político, que ha acallado los intentos de transformación profunda para el beneficio colectivo.
Tabla 1. Porcentaje de importaciones de minerales a EUA por país de origen
Con sus obvias especificidades para cada país, Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Perú y ahora Ecuador, entre otros, pero también Guatemala, así como Centroamérica en general (y próximamente Nicaragua), han experimentado ese ajuste de gobiernos que profundizan este modelo posneoliberal que alimenta aún más las contradicciones de la crisis global capitalista, y que les afecta en mayor medida por su elevada desigualdad, vulnerabilidad institucional y la alta corrupción y violencia, provocada por mercados informales (drogas, armas y migración, principalmente), que compensan marginalmente el alto grado de exclusión social.
Es decir, la transformación de las relaciones de propiedad por las clases propietarias y no propietarias, a favor de las primeras, se da en medio de una voraz corrupción del viejo Estado capitalista, que alberga a los sectores oportunistas y al partido gobernante en turno.
Este fenómeno, ha encaminado a los países latinoamericanos hacia una democracia a modo del capital trasnacional, e inclusive en el extremo, conduce a un proyecto fascista del siglo XXI con el pretexto de contener cualquier movimiento social y de resistencia, al criminalizarlo por la vía de la lucha contra el “terrorismo” y la “guerra contra las drogas” mediante la militarización y paramilitarización, que sirve para facilitar la apropiación de recursos y el control de espacios nuevos de acumulación, como sucede en México y parte de Centroamérica.
A pesar de los riesgos que presenta este panorama del capitalismo global para México, también significan una oportunidad para emprender un proyecto de cambio libertario; en razón de la pérdida de legitimidad por los retrocesos sociales que genera –desigualdad y violencia–, lo que representa el agotamiento material e ideológico del neoliberalismo, así como las discrepancias entre los grupos dominantes cuya agresividad refleja la decadencia del sistema, ante la falta de salidas a las crisis que generan.
Paradójicamente, el proceso de pauperización social reflejado en el rezago creciente del ingreso, también en el primer mundo –tercermundialización– abre nuevas oportunidades de transformación, en tanto incita a la promoción de políticas globalizadas más radicales, que se expresan por la vía de nuevas alianzas, particularmente en la región latinoamericana.
El cambio de gobierno en México por la vía pacífica-electoral representa así esa oportunidad de transformación del agotado régimen neoliberal, en un movimiento de izquierda democrática en el continente (Gamboa, 2018).
En este sentido, es importante destacar que un régimen progresista como el de Andrés Manuel López Obrador, que procure la igualdad y combata la inseguridad y la corrupción, significará abrir la puerta para un cambio en toda la región latinoamericana para instaurar regímenes de la esperanza.
Referencias
Esquivel Hernández, Gerardo (2015), Desigualdad Extrema en México, Oxfam México.
Gamboa, Santiago (2018), “Luz para América Latina”, Revista Forma y Fondo, Grupo Reforma, No. 238, Julio 29.
Núñez González, Gonzalo, “Crisis Financiera (virtual) de la Economía Mundial (real)”. Revista Consultoría, No. 240, Enero de 2012.
Piketty, Thomas (2014), El Capital en el Siglo XXI, Fondo de Cultura Económica.
Robinson, William I. (2015), América Latina y el Capitalismo Global, siglo xxi editores, primera edición.