Eduardo Pérez Haro • 17 de octubre de 2017
Para Alfonso Ramírez Cuéllar
Una tasa de crecimiento del todo insuficiente para los requerimientos de ocupación-ingreso nacional y de los trabajadores y sus familias, efectivamente, como se ha llamado un crecimiento mediocre, pero no imputable al Tratado precisamente, sino gracias a éste.
Vuelve la amenaza Trumpista de que Estados Unidos se retire de la renegociación del TLC. Sólo que ahora México, particularmente desde la voz de los empresarios del cuarto de al lado, se dice que no importa porque el comercio exterior de nuestro país puede acogerse a la normatividad de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y el Secretario de Hacienda refuerza la idea afirmando que “el 51% de las compras que México hace de los productos estadounidenses se realiza sin los beneficios del acuerdo” (…) “solamente 56% de las exportaciones de México a Estados Unidos se hace vía el TLCAN y 44% restante con arancel de Nación Más Favorecida según establece la Organización Mundial de Comercio” (El Universal, Ivette María Saldaña, 05/10/17).
O sea ¿que qué?, ¿no importa?, ¿no pasa nada? ¿Entonces el TLC es una entelequia? ¿Las cifras del comercio exterior que nos ofrecen las cuentas nacionales del Inegi son falsa joyería porque hay cuentas por debajo?, ¿y los daños que sobre la economía de los mexicanos se le imputan al Tratado son un invento?, ¿20 años de fanfarronería oficial y de alegatos infundados desde algunos segmentos de la oposición y para acabar pronto una ostentosa distracción con 25 mesas de negociación internacional? Acaso podemos decir que el rompimiento de la negociación es el final feliz porque Trump no quiere TLC, la oposición no quiere TLC, y ahora los empresarios y el gobierno dicen que no importa el TLC. ¿Y todos felices porque no habrá TLC?
Las apariencias engañan, los desplantes, discursos y declaraciones engañan. Las cosas no son como se dice por la misma voz de los actores referidos. Algo hay de cierto en cada quien, pero esto es lo que se aduce, peyorativamente, como “politización” del hecho porque en realidad lo que estamos viendo en el juego de posturas no es otra cosa que el posicionamiento de intereses de los diferentes actores referidos y de los medios de comunicación haciendo de las suyas.
Lo cierto es que México se ha desestructurado desde hace medio siglo, lo que incluye que el TLC no lo ha venido a resolver sumándose como un factor de daño y no de superación de los problemas que vienen desde antes (1966). También es cierto que buena parte del comercio no cruza al amparo del TLC, lo que revela no estar en el libre comercio al sujetarse al pago de aranceles que afortunadamente no alcanzan a bloquear el flujo de estas exportaciones en clara evidencia de que el comercio, si bien se regula, en última instancia depende de la conveniencia de intercambio de los particulares del caso y, por lo que hace a las importaciones, éstas no dependen en igual grado que las exportaciones (con EE.UU. particularmente), digamos que hay una incipiente diversificación que se emprendió desde hace varios años ante la emergencia de algunas economías (China de manera muy dinámica) y las ventanas de oportunidad concomitantes.
Pero también es cierto que el comercio exterior (exportaciones e importaciones) ha crecido de manera importante durante, y al amparo, de la desgravación arancelaria del TLC con puntual beneficio para las empresas, ramas, subsectores y sectores que se han vinculado al comercio exterior, y no sólo ello, pues de ahí viene la fuente principal de apalancamiento financiero (entrada de divisas) con las que se realizan las compras externas de insumos, equipos, maquinaria, refacciones y servicios de comunicaciones y transportes que en conjunto contribuyen de manera sustantiva al crecimiento del 2.3% del producto nacional.
Una tasa de crecimiento del todo insuficiente para los requerimientos de ocupación-ingreso nacional y de los trabajadores y sus familias, efectivamente, como se ha llamado un crecimiento mediocre, pero no imputable al Tratado precisamente, sino gracias a éste. El crecimiento del comercio exterior en la era glob@l es un problema por cuanto ha servido para elevar la supremacía del gran capital trasnacional del que se derivan implicaciones desastrosas en la preponderancia del sistema financiero y el desplazamiento del capital productivo que ello conlleva, al grado de construir los desequilibrios que se dirigen al estallamiento de una recaída (crisis) que amenaza al mundo, mas ello no es directamente el fenómeno causal del debilitamiento del mercado interior en México, o en todo caso lo es por el grado de concentración y centralización al que se ha llevado la acumulación del capital internacional, pero del abatimiento del desarrollo interior de todas las economías (incluidas las de los países avanzados sin excepción en los Estados Unidos) y de su agregado mundial (bajo crecimiento de los países y del mundo), pero esa es una discusión distinta y no es lo mismo ni es igual y por el contrario su traslado en forma mecánica deriva en una crítica del imperio y a la omisión de las definiciones sobre la crítica y el qué hacer interior.
Distinto resulta observar que la responsabilidad de los desequilibrios y desigualdades socioeconómicas internas es sobre todo de la política interior que tras la firma del TLC fue abandonada y la economía se entregó a la suerte del comercio exterior, fundamentalmente del que se realiza con los Estados Unidos (80% del total de las exportaciones) sin el menor reparo sobre el desarrollo de las capacidades internas de producción y comercio en los productos, empresas, ramas y sectores, que no tenían una condición fácil, por la naturaleza de su producto o por las insuficiencias de calidad y precio, para prenderse del circuito externo de comercio y que al paso de más de veinte años han terminado por agobiarse, desmembrase y muchas iniciativas han quebrado entre los pequeños o medianos, incluso, grandes productores que van desde el maíz, la industria textil o industrias como la siderurgia que no pueden descollar y que de haber sido objeto de fomento podrían haberse colocado en una circunstancia de mayor fuerza y haber jugado un papel compensatorio en el desarrollo interno, pero nada, sólo fueron objeto del abandono por miopía de Estado y complicidad de éste con los negocios inmediatos de los grandes capitales, desempeño que fue consentido por omisión de la crítica de la sociedad nacional y/o la debilidad relativa de ésta.
De manera que este es el asunto, el desarrollo nacional no depende del TLC sino del trazo que se tenga de cara a los sectores, subsectores, ramas y productos que no estando vinculados al comercio exterior por sustitución de importaciones asociadas a su potencial competitivo frente a la formación internacional de precios pudiesen perfilar las bases de desarrollo del mercado interior y desde ahí estructurar de forma más dinámica el proceso de diversificación del comercio exterior no sin advertir que este proceso lleva tiempo e implica dinero en divisas, pero no piense usted que se trata de disponer de un recurso de arranque como disponer de las Reservas internacionales, las Afores o un préstamo como lo he llegado a escuchar en alguna idea improvisada que desconoce los engranes de la economía, se trata de apalancar desde una vía estructural de ingresos de divisas que como tal es recurrente y repone los ciclos de ingreso-inversión y gasto, y ahí es donde el Tratado es importante, pues si bien no resuelve los desequilibrios y desigualdades no hay a la vista otro mecanismo estructural de financiamiento, máxime si se toma en cuenta que el desarrollo interno y la diversificación del comercio exterior no es cosa de un sexenio.
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