Arturo García Torres •
Vicepresidente del Centro de Estudios Estratégicos Nacionales, A. C. •
Los planteamientos de Donald Trump durante su campaña, más allá de expresar una táctica electoral para ganar votos, plantean una serie de grandes desafíos para México que deberían visualizarse no solo como una amenaza en nuestra relación de dependencia de los EU, sino como una oportunidad para nuestro desarrollo político y económico propio.
Los resultados de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, indican que el electorado de ese país votó por un cambio del sistema político y económico prevaleciente que ha privilegiado crecientemente a las grandes corporaciones globales a expensas de la calidad de vida de su población mayoritaria.
El candidato republicano desplegó el talento para identificar el malestar y decepción de grandes sectores sociales y de articular una visión diferente, entendible, concreta y convincente que aglutinó a los descontentos.
Esto está sucediendo también en otros países del mundo que están llegando a la conclusión de que sus esquemas políticos y sociales no están funcionando, pero que no han logrado encontrar aún otras posibles alternativas como sucedió el día de la elección presidencial en EU.
Se trata de un punto de inflexión para los EU con repercusiones geopolíticas que se irán dimensionando en las próximas semanas.
Obviamente, no sabemos si los planteamientos del nuevo presidente electo se instrumentarán y funcionarán, pero sin duda tendrán importantes repercusiones en EU y en el mundo.
Lo que es cierto, es que los planteamientos de Donald Trump durante su campaña, más allá de expresar una táctica electoral para ganar votos, plantean una serie de grandes desafíos para México que deberían visualizarse no solo como una amenaza en nuestra relación de dependencia de los EU, sino como una oportunidad para nuestro desarrollo político y económico propio.
Este cambio debería ser un catalizador para reconocer que nuestro modelo de desarrollo debe modificarse radicalmente para privilegiar un desarrollo propio que tenga como fin último mejorar la calidad de vida de nuestra población, la creación de empleos de valor agregado, de reforzamiento a nuestras cadenas productivas, dejar de ser un país maquilador para transitar a un país diseñador y productor de productos y servicios de valor agregado nacional para atender las grandes necesidades que tenemos.
Aprovechar esta oportunidad requiere de un esfuerzo social para retomar las riendas del país para favorecer a los mexicanos y no a las corporaciones globales que dominan el mundo capitalista que han concentrado una gran riqueza en muy pocas manos – el 1% versus el 99%.
Este es el momento, de construir un país del cual podamos sentirnos orgullosos y que sea respetado internacionalmente.
Esto requiere de un cambio sustantivo en la estrategia y prioridades nacionales de los gobiernos de los partidos que han gobernado México en los últimos 30 años.
Algunas de las prioridades políticas y sociales que debemos instrumentar a través de una nueva estrategia nacional son:
- Priorizar el bienestar de los ciudadanos en lugar de los intereses de las corporaciones globales, superando la gran desigualdad que hemos permitido.
- Instrumentar una política industrial que reconstruya nuestra capacidad de diseño, manufactura y comercialización de productos y servicios competitivos involucrando a las pequeñas y medianas empresas. Revertir el desmantelamiento de nuestras cadenas productivas, principalmente a partir del TLCAN. Rescatar el sector energético con Pemex y CFE como líderes transitando hacia otras formas de energía.
- Avanzar en el logro de sueldos y salarios promedio por empleado en el sector servicios y manufactura de US $50,000 anuales.
- Detener la destrucción ecológica que vulnera la sustentabilidad del país.
- Avanzar en la construcción de un sistema político verdaderamente democrático y construcción de institucionalidad.
- Establecer relaciones internacionales reconociendo la compleja geopolítica y buscando un beneficio para los pueblos del mundo y no para sus elites.
- Rediseñar nuestras capacidad para la educación de los mexicanos a todos los niveles, a fin de lograr una capacidad de crear valor, de discernir y tomar decisiones, con valores, orgullo de país y mejores niveles de salud con sistemas eficientes de salud pública.
- Rediseñar nuestro sistema nacional de investigación, desarrollo e innovación, buscando que la capacidad de investigación y desarrollo tecnológico nacional se responsabilice de contribuir a la solución de los grandes desafíos que enfrentamos.
La construcción e instrumentación de una agenda como la delineada requiere, antes que nada, de una muy amplia base social que la sustente, pero también de un liderazgo político muy diferente del actual.